Cuidadores

Las familias de los adultos mayores que requieren cuidados

Con el fin de informar y formar a la familia cuidadora se sugiere el curso de Gerontologica.com denominado Cuidadores Famliares y Autocuidado.

El ciclo de vida familiar. De acuerdo con el modelo de la OMS está distribuido  en 6 etapas:

  1. formación (matrimonio)
  2. extensión (desde el nacimiento del primer hijo hasta el nacimiento del último hijo)
  3. extensión completa (desde que nace el último hijo hasta que el primer hijo se va de casa)
  4. contracción (desde que el primer hijo abandona el hogar hasta que lo hace el último)
  5. contracción completa (desde que el último hijo abandona el hogar hasta la muerte de un cónyuge)
  6. disolución

El anciano está encasillado en las  tres últimas etapas del ciclo familiar. En la cuarta etapa, la de contracción, desde que el primer hijo se va del hogar hasta que lo hace el último, no hay ancianos todavía, a no ser que el padre o la madre de la pareja se incorporen al domicilio, o que los hijos abandonen muy tarde el hogar.

La quinta etapa es la de la jubilación, en ella hay importantes pérdidas, pero también  ganancias. Entre las pérdidas aparece la disminución de los ingresos económicos, aunque el nivel  patrimonial no suele ser tan deficitario a partir de que muchos son propietarios de viviendas.

Como ganancia se menciona el tiempo libre, pero este puede convertirse también en un pérdida, porque la pareja está sola, los hijos han abandonado el hogar y puede ser que en el tiempo juntos no tengan nada para compartir. Si durante todo el tiempo de vida en común no han consolidado y enriquecido su relación, pueden resurgir disputas que parecían haber quedado en el olvido.

Es factible que ya no sirvan los patrones de relación previos y haya que elaborar  otros nuevos. En esta etapa es crucial la relación con la pareja, con los hijos y con los nietos si los hay.

La sexta y última etapa es la que se inicia con la muerte de uno de los cónyuges. Es en esta etapa cuando se hace presente el sentimiento de soledad y la  búsqueda de nuevas formas de involucrarse con la familia. Forma que va a depender del estado de salud en el que se encuentre y de si el anciano es hombre o mujer. Esta es una de las pérdidas más importantes del anciano y que más debilita su red social y familiar, en especial cuando es la mujer la que muere, con el consiguiente aumento estadístico de la mortalidad del esposo en los siguientes seis meses.

Cuando los hijos incorporan al anciano viudo a sus hogares, este debe adaptarse a las reglas, pero además el antiguo sistema debe reorganizarse para incluir al nuevo miembro y en ocasiones, modificar alguna de sus normas. Existe una tendencia a mantener las antiguas pautas, lo que suele promover estrés en el anciano, sobre todo si tenemos en cuenta la dificultad para el cambio del anciano y el miedo a realizarlo. Es un acontecimiento vital estresante tanto para el envejeciente, como para la familia que lo recibe; independientemente de que esta incorporación puede ser o no voluntaria, y aun siéndolo puede no ser unánimemente deseada por todos los miembros de la familia. De la adaptabilidad de esta familia y de cómo resuelvan esta situación, dependerá que la nueva incorporación contribuya a su crecimiento y el de sus componentes o genere una inadaptación que desemboque en conflictos y hasta enfermedades.

La incorporación no sólo ocasiona cambios en las reglas, sino que también pueden aparecer alianzas entre el abuelo y los nietos o entre abuelo y el padre o la madre, perturbando el sistema previo organizado.

En la práctica,  todo funciona como si el anciano fuese incorporado a una nueva familia y, para ello, ha tenido que abandonar su hogar, y en ocasiones su barrio o ciudad, trasladándose a un lugar desconocido en parte, y con unas formas de vida muy distintas de las suyas.

Cuando el mayor es una persona dependiente, y en especial cuando sufre una demencia, se pueden presentar problemas adicionales como dificultades en la vivienda, (camas, baños no adaptados, etc.); cambios en los hábitos de vida, dudas en el cuidado, dificultades en la comunicación, agotamiento y estrés, sentimientos de culpa en los cuidadores, cambios en los roles familiares, responsabilidades desiguales en la atención y disminución de la vida social de los cuidadores, entre otros.

Cuando el anciano requiere muchos cuidados, su atención llega a convertirse en el elemento central del cuidador afectando concretamente sus actividades cotidianas..

Muchas veces el adulto mayor no es trasladado al domicilio de un hijo, sino a los domicilios de todos los hijos de forma rotativa, convirtiéndose en “abuelo maleta” o “abuelo golondrina”. Cada familia puede tomar esta iniciativa por distintos motivos, pero la situación más frecuente, responde a la intención de los hijos de equiparar familiarmente las cargas del cuidado. Esto dificulta la adaptación tanto del anciano como de sus familiares, ocasionando estrés por el continuo cambio, lo que en ocasiones, agrava los cuadros de demencia de los envejecientes.

“Un estudio reciente ha indicado que no es ni el matrimonio, ni la paternidad, ni la abuelidad, ni el climaterio, ni el abandono de la casa paterna, sino el cuidado de los propios padres lo que trae el mayor problema en el área de la vida familiar y constituye la mayor fuente de estrés.”(Secretaría de Tercera Edad y Acción Social.2000, p.295)

SI la red familiar se afecta y debilita, el riesgo de institucionalización aumenta, especialmente con la aparición de enfermedades. En Argentina el porcentaje de ancianos residentes en instituciones es reducido (alrededor del 2%) pero condicionado, entre otros, por la fortaleza de las relaciones familiares.Buil y Díez Espino (1997).

El cuidado familiar puede ser considerado como un indicador de la solidaridad o del conflicto familiar. Las relaciones que se establecen durante el cuidado son muchas veces contradictorias y ambivalentes.

En la situación previa a la dependencia  una relación cordial se asocia a una actitud favorable hacia el cuidar, por el contrario, si las relaciones anteriores fueron conflictivas, la nueva situación las complica aún más. Se entremezclan vivencias de la infancia que resurgen al enfrentarse al hecho de que los padres ya no son los de entonces, también afloran viejos recuerdos y pueden transformarse en reproches. Todo ello se agrava y puede dar lugar a  discusiones y desacuerdoscuando varios hijos deben hacerse cargo del cuidado del padre, la madre o de ambos.

A veces se dan díadas formadas por hijas mayores de 65 años  que cuidan de sus padres (la tercera generación cuida de la cuarta, o sea la abuela cuida del bisabuelo o bisabuela) o mujeres mayores de 65 que atienden a su cónyuge, de la misma generación (abuelas cuidadoras de abuelos). También se observa a mayores que cuidan a allegados centenarios y de quinta generación. INSERSO (1995).Los procesos de desfamiliarización son muy variados y han seguido distintos ritmos a través de la historia, pero no implican suponer que las familias no quieren seguir cumpliendo determinadas funciones o que los cuidados a prodigar a sus mayores van a quedar exclusivamente en manos del Estado.

Otro cambio que afecta las funciones familiares del cuidado, es la disminución de las familias tradicionales en las que el padre trabaja y la madre se dedica al cuidado de sus hijos. La participación de las mujeres en el mercado de trabajo aumentó de forma sostenida en la segunda mitad del siglo pasado. En Uruguay, por ejemplo, los datos del Instituto Nacional de Estadística muestran que en las dos últimas décadas, la tasa de actividad femenina se elevó del 41% al 54% mientas que la masculina se mantuvo en el 73%.

Uno de los cambios más notables en relación a las formas de convivencia, es que las mujeres que viven en pareja tienen un alto crecimiento en su participación laboral. Tan sólo un 28 % de los hogares urbanos se ajusta al modelo tradicional de familia nuclear compuesta por madre dedicada exclusivamente a las actividades domésticas y padre único proveedor de ingresos. Uruguay, país de cultura similar a la Argentina, se ubica entre los países de la región que presenta el porcentaje más bajo de familias tradicionales formadas por hombres proveedores económicos y mujeres amas de casa. CEPAL (2004). Batthyány y Scuro (2010).

Los ancianos longevos constituyen el grupo de mayor riesgo en la vejez por su fragilidad.

La gran mayoría vive con la familia y de ellos, el porcentaje más alto sin el cónyuge.

En contextos de alta vulnerabilidad hay una persona  que no es anciana, viviendo con el anciano. Ese apoyoadicional suele ser muy importante para la supervivencia del anciano, toda vez que las familias, en situaciones de alta vulnerabilidad  no cuentan con recursos financieros para pagar servicios de terceros.

Cabe aclarar que el contar con una persona o más en los domicilios, no significa necesariamente, que los ancianos cuenten con un cuidado más adecuado. IostPavarini; Barha; Zazzetta; Alves; FilizolaPetrilli y Filho (2009).

El cuidador principal es quien provee casi todo el cuidado, el resto de familiares, o bien no apoyan en absoluto, o realizan actividades de apoyo muy acotadas y  puntuales.

En muy contados casos el cuidado se reparte entre los miembros de la familia. La supervisión de parte de un familiar o amigo, es un tipo de cuidado que no es identificado explícitamente como tal. Sin embargo, el estar pendientes de la persona dependiente, supone una limitación importante para realizar otras actividades en su vida diaria. Se trata de una supervisión activa, que se transforma en intervención en los casos de necesidad. Estos cuidadores también suelen llevar adelante las gestiones con las obras sociales y los servicios de salud.

Cuando se trata de describir los cuidados directos que recibe la persona dependiente, se dan diferentes atenciones según sea el vínculo de consanguinidad entre el cuidador y la persona dependiente.

La distribución de los sexos, según la edad, debe vincularse a las diferentes relaciones de parentesco que mantienen los cuidadores con la persona dependiente a la que asisten: la mayor parte de los hombres cuidadores son cónyuges o hijos, en tanto que las relaciones predominantes en las mujeres son las de hijas o cuidadoras formales.

Ser hijo/a de la persona dependiente explica el aumento de la probabilidad de sentirse sobrecargado al cuidar a su padre y/o madre dependiente.

Debido a la mayor proporción de viudas, el estrés que experimentan los hijos por prestar  cuidados personales a  sus madres dependientes, los afecta de manera particular y resulta consistente con el mayor gasto en cuidadores personales contratados para las mujeres dependientes. Redondo (2012).

Las esposas aceptan habitualmente el papel de cuidadoras principales de su cónyuge con discapacidad, con  actitud de resignación por el tiempo de cuidado. Respecto de las hijas/os, hermanos/as, la aceptación es menor, puesto que no existe una identificación del cuidado del anciano como un  rol propio a desempeñar. A pesar de ello, las hijas hacen frente al cuidado con gran compromiso, llegando a cuidar a ambos progenitores al mismo tiempo y sucesivamente. La idea  de reciprocidad a lo largo de la vida está presente en las hijas, no siempre en los hijos, en el concepto de que como los padres cuidaron de sus hijos, ellas deben cuidar de los padres cuando se requiere. El marido de las hijas es disculpado cuando no colabora,  por entender que no es de su competencia la tarea, pero esta actitud de disculpa no existe frente a otros hermanos por considerarse  que el cuidado debe ser compartido, existiendo una crítica explícita a su falta de compromiso.

Con frecuencia la dependencia supone un deterioro de la relación entre la persona dependiente y la persona que la cuida. La falta de disponibilidad de tiempo personal y la necesidad de contar con momentos de libertad para ellos mismos es una idea permanente en el discurso de los cuidadores. Las relaciones más allá de la familia, también se ven afectadas, fundamentalmente por la falta de tiempo para comenzar o mantener vínculos.

Cuando el cuidado es responsabilidad de una sola persona, el aislamiento es mucho mayor. La existencia de varios cuidadores en el hogar permite tener tiempo libre y dedicar tiempo a los amigos. Ayuso Sánchez y MeilLandewrlin (2007). Comisión Europea (2007- 2008). Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores (EPSCO)(2008). Dizy Menéndez y otros (2010).

A fin de hacer frente a la necesidad de cuidar a sus ancianos con dependencias, las familias llevan adelante distintas formas o estrategias para dar respuesta a esta situación , entre ellas se mencionan:

  • Cuidado solidario

En este modelo, lo más  común es que un cuidador principal asuma la tarea del cuidado del adulto mayor, o que el anciano sea cuidado por distintos familiares en sus domicilios en forma rotativa.

También es frecuente una situación de cuidadorecíprocoo de intercambio de cuidados entre el cuidador y la persona cuidada. Suelen ser hogares de tres generaciones, en los que los adultos mayores son cuidados por sus hijos y a su vez  estos colaboran en el cuidado de sus nietos.

  • Contratación de servicios domiciliarios

Se suelen dar situaciones diferentes en los hogares:

La  primera vinculada a la contratación de un servicio decuidadosformales por situaciones puntuales como episodios de enfermedad, internaciones, viajes del cuidador principal, entre otros.

La segunda situación es la contratación de cuidadores formales para atender las necesidades de asistencia de los ancianos y además, la  de un servicio doméstico para la limpieza del hogar.

La tercera es la incorporación al hogar de un servicio doméstico que cumple tareas de cuidados y de limpieza.

  • Apoyo en redes informales

Implica un cuidado informal brindado al hogar por parte de vecinos, amigos o familiares no residentes.

Esta estrategia se caracteriza por el apoyo no estructurado para atender algunas de las necesidades de los adultos mayores como pago de cuentas, compras, visitas, recreación, etc.

  • Autocuidado del adulto mayor

A veces, el adulto mayor cuida de sí mismo o cree estar en capacidad de hacerlo. Son casos en los que los adultos mayores viven solos y manifiestan no tener necesidad de cuidados porque no se perciben a sí mismos como necesitados de ayuda o porque realmente gozan de autonomía.Dizy Menéndez y otros (2010).